Coyoacán
Los chilangos nos podemos clasificar en básicamente dos tipos, los que vivimos Coyoacán, y el resto.
No recuerdo haber nacido en Coyoacán, pues de esas cosas nadie se recuerda, pero mis primeros meses de vida mis padres vivieron en Santo Domingo (Coyoacán). Mis padres me llevaban a Jugar con mi triciclo frente al palacio de Cortés, por ahí hay algunas fotos mias frente al renovado Kiosco. Para cuando cumplí ocho mis padres mi hermana y yo, salimos de Xochimilco (eso queda para otra ocasión) y nos mudamos de regreso a Coyoacán, en el Eje 10 ahi donde uno se refería como “la puerta Azul” en el pesero que salía de metro Copilco hacia M.A. de Quevedo.
La escuela primaria nos quedaba a 10 minutos en “dodge” una caminata por la banqueta de ese solitario Eje 10, donde pocos autos pasaban. La escuela de música estaba bien cerca del centro de Coyoacán, esa peluquería donde jugaba SNES (pero casi nunca me llevaban), los terribles Hot-Cakes de figuritas que tanto le gustaban a mi prima. Segundo y tercero de secundaria en Fernández Leal en el barrio de la Conchita. Mi primera cita con la que ahora es mi ex mujer en el café de la selva a un lado de la catedral… todo en Coyoacán.
Seguido acompañaba a mi mamá al mercado (ella siempre ha sido una mujer de arraigada rices de ir al mercado) nos subíamos a nuestro fantástico Renault 12 Beige placas 485-AHS, cruzábamos M.A. de Quevedo sobre pacífico en menos de un semáforo rojo, dejábamos el auto a un costado del mercado, mi madre me dejaba estacionado en el puesto de las tostadas de una viejita. Para cuando iba terminando con mi Tostada de atún mi madre me estaba recogiendo, años después me di cuenta que el puesto de tacos de cecina estaba en el pasillo siguiente y que mi madre me dejara con la viejita todavía no se lo perdono. Cuando ya era algo mas grande mi madre me dejaba “encargado” con la seño Mariana que tenia un comal en la esquina donde venden mariscos, como un ballet bien ensayado para cuando estaba terminando mi segundo Tlacoyo es que llegaban por mí.
Siempre que voy de visita a México intento ir a Coyoacán, a caminar esas calles que me vieron crecer, comerme unos tacos de cecina en el mercado y comprar Tlayocos para llevarle a mi madre. Al final de mis visitas siempre me quedo con el mismo sabor de boca, la delegación le ha vuelto a dar en la madre a la plaza, ya no hay un solo adoquín que no esté manchado de grasa de garnacha, me falta en señor que frente a la Paletería te leía la mano te decía la verdad.
Yo me quedo con el Coyoacán de mis recuerdos, me quedo con esas horas en las que veía pasar a las muchachas sentado en una banca frente a la fuente de los Coyotes, me quedo con todas esas veces que pasé frente al “hijo del cuervo” pensando que era el mejor bar del mundo pues ahí iba Sandi a tomar, me quedo con todos esos sábados y las clases extra de violin. Me quedo con esa atmósfera de puerto enamorado.
2010